Desde 2008, según ha informado el Institute for Economics and Peace, los niveles de paz mundial vienen disminuyendo. Las muertes por terrorismo han aumentado en un 286%, y lo mismo sucede con los conflictos bélicos. Y existen más de 57 millones de refugiados y/o desplazados que huyen de las guerras. En este contexto, encontrar soluciones y nuevas propuestas que relacionen la paz y educación es clave.
Para abordar esta cuestión, Aika ha entrevistado en exclusiva a Tapio Varis, uno de los intelectuales europeos más implicados activamente, desde más de 40 años, en el proceso de relacionar paz y educación.
Actual profesor emérito de la Universidad de Tampere (Finlandia) y Catedrático de la UNESCO, su carrera ha estado dedicada, desde el inicio, a promover el desarme y la distensión. Ha investigado y publicado sobre la cooperación y la paz, la resolución de conflictos, y la prevención de las guerras. Pero su mayor esfuerzo se ha dedicado a promover un nuevo orden mundial de la información y la comunicación capaz de contribuir a la estabilidad y la diversidad cultural. Ha defendido siempre la educación destinada a construir una ciudadanía global basada en la ética y en la adquisición de una alfabetización informacional y mediática crítica.
Desde que fue Rector de la Universidad de la Paz en Costa Rica por los años 70, ha venido trabajando y publicando con destacados investigadores del área lationamericana: Juan Somavia, Fernando Reyes Matta , Rafael Roncagliolo, Armand Mattelart, Ariel Dorfman y Pérez Tornero, entre otros. Sus iniciativas se han movido siempre en el marco de instituciones internacionales como las Naciones Unidas y la UNESCO. Ha ocupado, entre otros cargos, el de Miembro del Governing Board Member of UNESCO/IITE.
AIKA publica sus declaraciones en dos entregas, una el pasado sábado y la otra hoy 30 de enero, Día Escolar de la No Violencia y la Paz. La primera, centrada en la emergencia de un nuevo orden sociopolítico que necesita impugnar “la militarización de las mentes”. La segunda, a continuación, trata de cómo la educación debe responder al reto de la construcción de la paz.
Usted siempre se ha dedicado siempre a cuestiones de relacionadas con la educación, ¿cómo cree que la educación puede ayudar a la paz? ¿Cómo deberían afrontar los sistemas educativos de todo el mundo la educación para la paz?
En la educación la pregunta esencial es siempre la misma: ¿cuál es el objetivo de la educación? Existen diferencias entre aprendizaje, educación y formación. El aprendizaje se produce cuando, como respuesta de un individuo a determinados estímulos se generan nuevos comportamientos. El aprendizaje es, por tanto, un cambio que se produce en el conocimiento que almacenamos en nuestras memoria. La formación es el proceso en el que los individuos construyen nuevas ideas o conceptos basados en los conocimientos previos y en la experiencia. Y la educación incluye aprendizaje y formación, pero tiene que ver con las actitudes, la socialización, los valores, etc.
En nuestra cultura de alta tecnología existe la tendencia a centrarse casi exclusivamente solo en el aprendizaje y, en todo caso, en la formación, lo cual hace innecesario discutir sobre los valores y metas de la educación. Pero excluyendo del debate la educación y focalizándonos en el aprendizaje, ¿no estamos entonces apoyando la hegemonía del modelo tecno-científico en la definición del conocimiento legítimo y productivo?
Sí, estamos haciendo del aprendizaje tan solo una herramienta política y económica. Como decía Toynbee “El utilitarismo ha desposeído al aprendizaje de su dignidad e independencia inherentes”. O como señala Gowin, estamos ante “una racionalidad tecnocrática que da lugar a un pensamiento restringido y reducido”. Me gusta en este sentido recordar lo que dijo en su día Gilberto Gil: en medio de estos procesos el mundo de hoy se está fragmentando a marchas forzadas.
Frente a ello, la ONU trata de promover desde 1980 el aprendizaje sobre los problemas globales. De hecho, se trata de algo que ha sido impulsado también, incluso, desde la antigua Unión Soviética. Es evidente que las cuestiones globales, culturales y de civilización se han convertido en un hecho fundamental entre finales del siglo XX y principios del XXI. Pero hay que ir más allá.
Cuando reconocemos los valores y las cuestiones éticas inherentes a la educación no tenemos otro remedio que afrontar decididamente el diálogo de civilizaciones. Esto es mucho más que la educación internacional o la formación global: es un reto para la educación moderna en favor de la paz.
¿Se están dando pasos en ese sentido?
La agencia de las Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible 2030 ha resumido muy bien esta visión transformadora: “Prevemos un mundo libre de temor y violencia. Un mundo donde la alfabetización sea universal. Un mundo donde el acceso a una educación de calidad en todos los niveles, a la atención sanitaria y a la protección social sea equitativo y universal, donde se garantice el bienestar físico, mental y social”. Este puede ser el objetivo central. Pero para lograrlo necesitamos nuevas pedagogías y una nueva cultura del aprendizaje.
La reforma del currículo nacional de Finlandia establece que la escuela debe funcionar como una comunidad que apoya la educación, el crecimiento y el aprendizaje significativo. En resumen, una educación destinada a preparar ciudadanos activos, creativos y entusiastas, con conocimientos y competencias para el futuro. Destinada a proporcionar conocimientos, habilidades e información para que los estudiantes se adapten a las necesidades de una sociedad orientada hacia los servicios, hacia diferentes profesiones, negocios diversos, la administración pública y, fundamentalmente, orientada hacia la consecución de una ciudadanía activa.
En Finlandia, por ejemplo, la educación para una ciudadanía global se acepta como un concepto que nos tiene que conducir a la consecución de una ética propia de una ciudadanía mundial. Esta, a su vez, se basa en la equidad y en el respeto a los derechos humanos. Esto también significa la promoción de una ciudadanía crítica, dotada de una capacidad critica ante la información y los medios, capaz de actuar eficazmente como miembro de una comunidad en un mundo globalizado. Creo que si se quiere la paz, la educación para una ciudadanía global es clave en cualquier sistema educativo.
En sus libros y conferencias ha manifestado que confía en la aparición de un nuevo humanismo de alcance universal. ¿Cree que los conflictos de las últimas décadas, la aparición de la xenofobia y el miedo al otro representan un paso atrás en el camino hacia ese nuevo humanismo?
Para mí, el «nuevo humanismo» no es una solución religiosa o ideológica a los problemas de la humanidad, sino más bien una filosofía de trabajo para las organizaciones internacionales y para la vida. El nuevo humanismo prioriza una nueva visión del respeto por la diversidad cultural y apoya el desarrollo mediático y cultural con el objetivo de consolidar la nueva cultura de paz. La Unesco resumió esta filosofía en 2011 de la siguiente forma: “Este concepto tiene que concentrarse en la diversidad cultural, el diálogo en la era de Internet y la reconciliación entre el Norte y el Sur”.
¿Cuál es el papel de los medios de comunicación en la educación para la ciudadanía global y la diversidad cultural?
La cuestión del orden mundial y la tendencia hacia la civilización global ha inspirado a investigadores, comunicadores, educadores y líderes espirituales a responder preguntas sobre cómo funciona el mundo. El humanismo tradicional es desafiado por el transhumanismo, que pretende transformar la condición humana mediante el desarrollo y la creación de tecnologías sofisticadas para mejorar las capacidades intelectuales, físicas y psicológicas.
La ciencia y la tecnología se están convirtiendo en el credo del nuevo orden y se necesitan nuevas alfabetizaciones para el siglo XXI. Como ya observaron Toynbee e Ikeda en su diálogo de 1976, “la gente está hoy obligada a servir al conocimiento intelectual y la habilidad tecnológica, que a su vez están controladas por la política y las economías”. ¿Hay que aceptar esto sin hacer nada? Creo que no.
En algunos de sus libros hemos leído que una nueva alfabetización mediática que estimule el diálogo intercultural y el diálogo con la tecnología puede ser un factor de cambio positivo. ¿Sigue siendo optimista al respecto?
Para mí no es una cuestión de optimismo o pesimismo porque, en general, suelo ser optimista, aunque, en ocasiones pueda adoptar un punto de vista que a algunos les puede parecer pesimista o nostálgico.
El período de transición en que vivimos ahora es distinto de los períodos de cambio anteriores. Los medios impresos y los electrónicos tradicionales se fueron generalizando en un plazo de tiempo razonable, por lo que cuando empezamos a usarlos activamente como nuevas formas de comunicación ya teníamos una estimación aproximada del impacto económico y social de esta transición. Y con ello, además, podíamos formar a nuevos profesionales y dar soporte a las instituciones. Ahora, en cambio, los medios se integran y convergen diferentes formas de comunicación y tecnología a una velocidad que no permite disponer del tiempo ni de la capacidad para evaluar las consecuencias, posibilidades reales o problemas.
El uso de las TIC y las habilidades digitales en el arte, la artesanía y otros campos requieren un trabajo en equipo con habilidades especiales. La tendencia a la digitalización no significa que todo lo tradicional deba ser rechazado. Las nuevas invenciones siempre han destruido algo valioso. Por ello, a la hora de aplicar las TIC se debe prestar especial atención a la diversidad de enfoques existente.
Mi opinión sobre las tecnologías de la comunicación es que siempre han sido, al mismo tiempo, un fenómeno estructural y un fenómeno contextual. Lo que defiendo, por tanto, y con convicción, es que aprender a usar nuevas tecnologías y ser alfabetizados mediáticamente es clave de cara a construir una ciudadanía global. Para ello, debemos desarrollar nuevas formas de aprendizaje, especialmente en lo que se refiere a nuestro trabajo en entornos no formales. Al mismo tiempo, no hay que olvidarlo, para que haya progreso, se debe prestar especial atención a la formación de los profesores en el uso de las TIC.
En un mundo intercultural, la comunicación media necesariamente entre diferentes valores y comportamientos culturales. Existen grandes civilizaciones y culturas con patrones de comunicación muy diferentes. En consecuencia, si se quiere crear realmente una sociedad de la información global, se debe prestar más atención a la diversidad cultural y a la coexistencia de distintas civilizaciones y culturas.
«Para que haya progreso, se debe prestar especial atención a la formación de los profesores en el uso de las TIC»
Si tuviera que ofrecer recomendaciones concretas al profesorado sobre cómo construir un clima de paz y de entendimiento universal en sus centros, ¿qué les propondría?
Mi primera recomendación es subrayar el papel de la personalidad individual de los estudiantes. En los entornos globales de aprendizaje tenemos una gran variedad de fuentes, información, datos y materiales. Las máquinas que permiten el aprendizaje han reemplazado la mayor parte de este. Sin embargo, el espíritu del nuevo humanismo no puede ser creado sin identificar las necesidades humanas, la personalidad de los individuos, con sus esperanzas y temores, sentimientos y emociones.
Mi segunda recomendación es la confianza. En este mundo competitivo es difícil generar confianza, pero sin ella no se puede crear nada ni tampoco abrirse. En un entorno abierto compartimos nuestros conocimientos con los demás y seguimos la teoría de la sinergia en la práctica: cuanto más damos, más obtenemos. Un profesor que intenta mantener sus métodos y conocimientos cerrados pronto encontrará que sus métodos y habilidades son obsoletos. En el contexto internacional, los problemas son complejos. Podemos seguir las reglas de las negociaciones de desarme: confiar y verificar. No solo se puede confiar en la buena voluntad y las buenas intenciones, la verificación es necesaria. Por tanto, lo que propongo es una confianza crítica.
Y, finalmente, el profesorado no debería perder nunca de vista que la educación por una ciudadanía global y por la paz deben ser objetivos centrales en su trabajo.
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