Ante el éxito alcanzado, un programa de escuelas ecológicas en Hungría ha creado su propia dinámica dirigida por los educandos.
El programa flexible, elaborado por el Instituto Húngaro para la Educación y la Investigación (HIERD), se inició en 2000 con 40 escuelas piloto. Este programa adoptó un enfoque a nivel de la escuela con miras a integrar los principios de sostenibilidad en la práctica, así como mediante el estudio de determinados temas.
“La sorpresa más agradable ha sido constatar que, a menudo, los niños son quienes quieren participar activamente en una iniciativa que creímos que iba a funcionar de arriba hacia abajo. Desde que se aprobaron los Objetivos de Desarrollo Sostenible, la sociedad húngara se ha vuelto cada vez más ecológica, algo que resulta de gran ayuda, pues ha aumentado la cantidad de escuelas que desean sentirse activas en este ámbito. ¡Hasta disponemos de una dirección para la sostenibilidad medioambiental en el seno de la oficina del Presidente!”, afirmó el Sr. Attila Varga, jefe del equipo e investigador principal del programa de escuelas ecológicas.
Hungría hace frente a retos medioambientales específicos. Hoy día, la mala calidad del aire está en el primer plano de la atención, al acentuarse, a menudo, el problema en los pueblos más que en las ciudades, ya que los habitantes de los pueblos queman las maderas y los desechos para calentarse.
El programa de escuelas ecológicas convierte a los centros educativos en más sostenibles e integra las cuestiones medioambientales en los planes de estudio. Ya se ha aplicado en la cuarta parte de las escuelas húngaras, o para ser más exactos, 1,134 escuelas húngaras, con un total de 350,012 educandos y 34,890 docentes, poseían la etiqueta de “Escuela ecológica” a finales de 2017.
Las escuelas se ofrecen espontáneamente para incorporarse a la red y trabajan para alcanzar la etiqueta de “Escuela ecológica”, empezando por una evaluación completa y detallada del entorno escolar y de la pedagogía.
“Proporcionamos un marco flexible y un sistema de puntos para aquellas escuelas que difieren según su propio contexto. Una escuela de una aldea puede obtener puntos por crear un jardín escolar, mientras que una escuela urbana los obtendrá si aplica métodos para ahorrar agua”, explicó el Sr. Varga.
Lo que sí deben proporcionar todas, es un plan de acción anual, seguido por una evaluación continua del éxito de sus proyectos. Los niños se implican desde el principio, en la elección de los temas de estudio hasta en la creación de una junta de alumnos para dirigir determinadas fases de la autoevaluación y de la evaluación.
A nivel del personal, cada trabajador de la escuela participa en el desarrollo de la visión del establecimiento. En la formación de los docentes, en el respaldo pedagógico y en las formaciones continuas del programa, cada uno de éstos apoyan la implicación de los educandos en la creación de entornos de aprendizaje basados en la práctica.
Las actividades que se llevan a cabo incluyen desde visitas a proyectos medioambientales y a exposiciones organizadas por las comunidades locales, hasta patrullas escolares mediante las cuales los educandos verifican y acopian los datos relativos al consumo de energía, así como los parlamentos ecológicos locales en los que los alumnos se asocian con las alcaldías locales en la toma de decisiones reales. Desde 2015, los criterios para obtener una etiqueta de “Escuela ecológica” incluyen el servicio comunitario que permite que tanto los adolescentes como las comunidades en las que viven se transformen.
“Las escuelas deben, más que todo, evolucionar. Para nosotros ninguna escuela puede nunca ‘dar por terminadas’ sus actividades en favor del desarrollo sostenible”, afirmó el Sr. Varga.
El programa ha tenido tanto éxito que se ha ampliado en un programa de escuelas preescolares ecológicas, y ha despertado también el interés de la educación superior y de la formación de docentes.
“En efecto, tenemos un hermanito o una hermanita de la red de escuelas ecológicas que incluye 1,000 escuelas de enseñanza preescolar”, afirmó el Sr. Varga. “El hecho de que la enseñanza preescolar es obligatoria para los niños entre 3 y 6 años de edad en Hungría, y que hace hincapié en las actividades al aire libre, nos facilita las cosas. En este sentido, resulta más fácil integrar el ODS en las actividades con los niños pequeños ya que los estudios son más libres y flexibles”.
Entre las actividades dirigidas a los niños pequeños figuran guarderías en el bosque, en donde pasan varios días al aire libre aprendiendo las plantas y los animales. Una excelente manera de sensibilizar a los niños en las cuestiones relativas a la sostenibilidad es enseñarles las tradiciones locales durante las festividades de Navidad, en el respeto del medioambiente y al intercambiar regalos.
“El programa ha tenido mucho éxito, pero queda mucho por hacer. El objetivo a largo plazo es sensibilizar a todas las escuelas húngaras. Trabajamos, fundamentalmente, para que los jóvenes desarrollen un espíritu más optimista. Y les decimos que el futuro no está escrito, que sólo depende de ellos”, afirmó en Sr. Varga.
Para obtener más información sobre Educación para el desarrollo sostenible.
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