Según el autor: "la crisis de la modernidad ha conllevado una crisis de la educación. Responder a esta crisis, de ninguna manera, puede ser una respuesta única o uniforme. Cada contexto debe responder a las demandas de los cambios requeridos. Si se concibe a la educación como la herramienta clave para una transformación social, no se puede desconocer su papel en la propuesta de nuevos modelos civilizatorios. Un aporte para la superación de la crisis lo constituye la reflexión sobre el símbolo, sobre su presencia en el arte y en la religión, ejes que pueden proponer nuevos elementos para una humanización del futuro." Luego, en el artículo, desde una perspectiva crítica, el autor enfatiza el rol de América Latina como propiciador de un cambio "diferente", desde el ethos cultural que caracteriza lo "latinamericano". Cita a Edgar Morin y habla de la necesidad de una educación pluaral que favorezca la democracia, basada en los Derechos Humanos. Si bien menciona aspectos universales no menciona una ciudadanía planetaria y critica el modelo europeo.